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Antecedentes y fundamentos

I.4. Marco teórico-conceptual.

 

El marco teórico se asienta sobre teorías de producción-consumo de hábitat y territorio, su articulación con la teoría de desarrollo sostenible y la teoría de la complejidad. Nos proponemos trabajar en la relación, construcción, debate y aportación de conceptos teóricos-prácticos a la luz de las tres lógicas de hábitat y territorio: la lógica del Estado, la lógica del privado y la lógica de la necesidad.

 

En ese sentido, el desarrollo conceptual sobre el cual se apoya la presente propuesta, parte de recuperar conceptos claves que giran en torno a, i) la construcción de hábitat, ii) las tecnologías sostenibles, y iii) la transdisciplina para la complejidad.

 

Desde esta perspectiva teórica-conceptual, de modo subsidiario emergen conceptos de carácter técnico-operativo y otros en función de los procesos o fenómenos sobre los cuales se pretende trabajar como son, entre otros: Producción social del hábitat, Calidad de vida, pobreza, Derecho a la ciudad, Segregación residencial, Infraestructura urbana rural, Ecología urbana, Políticas públicas, Sistemas de producción habitacional, Déficit habitacional, Mejoramiento de vivienda, Barrio, Vivienda, Vivienda digna, Vivienda adecuada, Tecnología social (peter thomas), Tecnologías duras y blandas, Complejidad, sustentabilidad, percepción del paisaje, etc.

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En este andamiaje conceptual son centrales cinco conceptos: hábitat, territorio, paisaje cultural, tecnologías y transdisciplina. Sintéticamente, entendemos al territorio como soporte físico, hábitat como producción del espacio con determinadas condiciones y características, y paisaje como el resultado o producto de la combinación del territorio y la impronta del hábitat.

 

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Nuestra noción de hábitat se refiere una visión holística que integra a los actores sociales, estatales y privados que producen, modifican y/o consumen un territorio indistintamente de su escala, en un marco de complejidad de relaciones que vincula derechos y componentes sociales, económicos, culturales y ambientales integrados por elementos tangibles e intangibles, sean productos físicos-espaciales o procesos de diversas condiciones de in/equidad, accesibilidad, cohesión y/o prácticas sociales o tecnológicas que le imprimen una identidad y representación al territorio en cuestión (Zalazar, 2017). Esta noción se apoya sobre un consenso académico de la idea de hábitat como un proceso que involucra aspectos sociales, ambientales y económicos, con una multiplicidad de actores, donde se reflejan tensiones y conflictos. También se acuerda que se busca el bien común, que es un espacio construido colectivamente en el cual se debe prestar atención a los derechos del hábitat en torno al acceso a la tierra, la vivienda, la infraestructura y servicios, el trabajo, la cultura, la salud, la educación, el transporte, el ambiente, entre otros.

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Asimismo es convenido que actualmente se debe abordar el hábitat desde una idea de complejidad, que implica: romper con enfoques tradicionales fragmentarios e ineficientes; generar nuevas lógicas y perspectivas con grupos sociales; apelar a la creatividad y participación; identificar los distintos interés que entran en contradicción; buscar resoluciones a partir de la negociación, concertación y defensa de los derechos. 

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En este mismo sentido, existe consenso sobre la enorme importancia de la interdisciplina y la transdiciplina en el trabajo del hábitat, lo cual implica ciertas renuncias desde la disciplina propia, entendiendo que los campos disciplinares son distintos a los objetos reales, es decir romper con la visión fragmentada de las disciplinas. Lo que implica que se debe mantener una actitud de rigurosidad conceptual, iniciativa, búsqueda, coherencia, curiosidad y flexibilidad.

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